Humanismo y Renacimiento: Leonardo Da Vinci (I)
Hola a todos y todas, esta entrada es un nuevo especial, que como ya sabéis los seguidores del blog, hago de vez en cuando.
En esta ocasión he decidido hacer un especial sobre Leonardo Da Vinci, uno de mis humanistas favoritos, aunque me centraré especialmente en su arte. Para ello, primero, os hablaré un poco sobre la época en la cual vivió, una época llena del despertar de nuevas ideas con el surgimiento del humanismo y la revolución científica. También os haré una introducción del Renacimiento y sus características. Esta será la primera parte. Después pasaré a resumir de forma breve la biografía de Leonardo Da Vinci y tras esto, comentar algunas de sus obras más destacadas. Esta serán las siguientes partes. Como veis, lo haré en varias entregas para que no se haga muy pesado a la hora de leer.
Espero que os guste.
Espero que os guste.
Introducción
Los artistas del tiempo de Leonardo Da Vinci creían que resucitaban el mundo clásico de los griegos y de los romanos. Por eso llamaron a su tiempo Renacimiento.
El Renacimiento se caracteriza, especialmente, por su forma de pensar:
- Los hombres renacentistas creían que el ser humano era el centro de todas las preocupaciones. Por eso se llamaron Humanistas.
- Los hombres renacentistas criticaban la Edad Media, a la que consideraban como "un tiempo de bárbaros", una época oscura y supersticiosa.
- Los hombres renacentistas eran emprendedores, curiosos, amantes de las ciencias y de las artes.
La época del Renacimiento abarca los siglos XV y XVI, y puede dividirse en dos aspectos:
- El Humanismo, es decir, el conjunto de ideas reformistas que sobre la política, la ciencia y la cultura predominaron en aquel tiempo.
- El Renacimiento artístico o conjunto de artistas y de edificios, esculturas y pinturas que se realizaron conforme a los gustos de la época.
El Renacimiento se inició en las prósperas ciudades italianas y desde Italia se difundió por toda Europa. En Italia fueron Florencia y Roma las ciudades donde el Renacimiento brilló con más fuerza, y fuera de Italia, el Renacimiento destacó en Alemania, España, Flandes y Francia.
Época
Los siglos XVI y XVII constituyen un periodo de cambio profundo en las ideas y en la cultura. En el XVII, en particular, se cuestionan las bases del pensamiento medieval y las viejas concepciones del mundo entran en crisis.
En cuanto a los aspectos sociales, políticos y religiosos:
- Los cambios sociales. Los comerciantes y artesanos se habían ido enriqueciendo y eran quienes más influían en el gobierno de las ciudades. Fueron precisamente muchos de estos burgueses enriquecidos quienes actuaron como mecenas de artistas y sabios. Por el contrario, la nobleza había perdido gran parte de su poder y estaba sometida a los monarcas.
- Los cambios económicos. Los reyes centralizaron el poder, unificaron sus territorios y sometieron a los señores feudales.
- Los cambios religiosos. La unidad religiosa de Europa se fraccionó y las naciones europeas quedaron divididas en dos bloques opuestos: las naciones católicas y las naciones protestantes.
Esta ruptura de la cristiandad supuso un importante cambio en el ambiente cultural. Las universidades cerraron sus puertas alas nuevas ideas que consideraban sospechosas. Un atmósfera de intolerancia y de aislamiento cultural impregnó toda Europa, en contraste con el final del s. XV y principios del XVI.
Fue ya en el s. XVII, y al margen de las instituciones culturales tradicionales, cuando se inició un cierto resurgir intelectual. Países como Inglaterra dieron a la cultura europea hombres de gran trascendencia en el mundo de las ideas, como Francis Bacon, Thomas Hobbes o J. Locke.
La época del Barroco europeo fue un periodo en el que cada país creó una cultura diferenciada, según si la zona es protestante o católica. Pero existe una característica común que aparece en todos: la cultura tradicional y las viejas ideas ya no servían para explicar las cosas nuevas y los nuevos descubrimientos científicos que se producían. Ante tal avalancha de nuevos datos sobre el mundo y la naturaleza, el rasgo más característico fue la crisis a la hora de ver el mundo de manera tradicional. Los esquemas medievales no eran suficientes, pero no todas las culturas supieron buscar nuevas vías de pensamiento para entender todo lo nuevo que ocurría. España, por ejemplo, se replegó en las doctrinas más tradicionales y la Inquisición perseguía a los llamados modernos. En los países con mayor libertad de pensamiento, se produjo un mayor desarrollo de la ciencia y de la cultura, con ello se pusieron las bases ideológicas de las grandes transformaciones del finales del s. XVIII y principios del XIX, creándose las condiciones adecuadas para los posteriores avances de la ciencia.
Humanismo
El Humanismo es un movimiento cultural que considera al hombre centro de la filosofía y el arte y propugna una vuelta a la antigüedad clásica. Se caracteriza por:
- Preocupación por el hombre. Durante la Edad Media, el tema de Dios fue el que más preocupó. Los humanistas, en cambio, dedicaron sus escritos sobre todo a estudiar al hombre: su anatomía, su pensamiento, su historia...
- Triunfo de la razón. Durante la Edad Media, la tradición y la autoridad de los maestros se consideraban como argumentos que demostraban la verdad o falsedad de una doctrina. Sin embargo, los humanistas discutían, argumentaban e investigaban mediante el estudio y la reflexión personales.
- Curiosidad y conocimiento universales. Los humanistas aspiraban a saber de todo, a conocerlo todo; no querían ser especialistas, sino sabios, a los que nada les dejaba de preocupar.
- Afición a todo lo clásico. Los humanistas cultivaron el estudio del griego y del latín, porque el conocimiento de estas lenguas era necesario para estudiar las obras de la antigüedad clásica.
Nacimiento de la ciencia moderna
El ambiente cultural del s. XVI que ya os he comentado, puso las bases para que en el siglo siguiente se produjera lo que muchos historiadores llaman "la revolución científica". Por lo que se fue afirmando la libertad de pensamiento individual y el deseo de comprobar lo que se pretendía conocer mediante la experimentación, dando lugar a todo ello en el s. XVII.
El cambio no se produce aisladamente, sino que surge de la convergencia de varios factores, como son la extensión de la imprenta, descubrimientos geográficos, ruptura de la cristiandad, el descubrimiento de que la Tierra no era el centro del Universo y otros aspectos políticos y sociales.
El método que sirvió a que la ciencia tuviera un gran avance fue la experimentación, siendo una actitud libre ante lo nuevo, huyendo de la intransigencia religiosa. Especialmente se desarrollaron las matemáticas y la física, destacando Isaac Newton, a finales del XVII, que puso las bases de la física moderna del s. XX. Otros científicos también destacables fueron Galileo, que demostró que la Tierra giraba alrededor del Sol, hecho que verificó mediante el telescopio y aplicando la matemática para medir distancia y trayectorias. También destacan: Pascal, Descartes, y otros.
En los países protestantes fue donde más florecieron las nuevas ciencias. Por ejemplo, en Ámsterdam se formó un importante núcleo de intercambio de ideas, siendo posible contrastar teorías y discutir nuevos descubrimientos. También Londres destacó como primer centro del saber científico.
Sin embargo, y, a pesar de todo, el progreso de la ciencia se hacía con muchas dificultades, ya que muchos maestros de universidades, los cuales eran reconocidos como sabios, rechazaban estas nuevas ideas y los descubrimientos, ya que no coincidían con sus enseñanzas.
Además, la incultura general de la mayor parte de la población, aún muy supersticiosa y poco receptiva, fue otra de las grandes dificultades que encontraron los científicos. Muchos fueron perseguidos por sus ideas.
Renacimiento
El Renacimiento es la época que transcurre, aproximadamente, desde el primer tercio del s. XVI, en la que se estudió la antigüedad clásica para conocerla e inspirarse en ella, sobre todo en la de Roma.
En Italia se mantiene formas con evidentes raíces del clasicismo, por lo que el lenguaje del Renacimiento se viene gestando desde finales del s. XIII.
Europa acoge en menor o mayor medida este nuevo estilo, sin embargo, nadie discute la primacía de Italia en el desarrollo de las Artes. Así pues, el Renacimiento es un movimiento italiano.
Se vuelve a la medida humana. El hombre es el centro del Universo, y será el hombre quien domine al edificio gracias a sus proporciones creadas por artistas que razonan según métodos y procesos humanos. El equilibrio entre las dimensiones de la planta y la altura responden a una exigencia humana según la cual no deben preponderar las dimensiones verticales sobre las horizontales.
En el primer Renacimiento, la arquitectura logra encontrar la medida del hombre al establecer proporciones sencillas, ceñidas a una geometría simple y comprensible. Es la misma medida humana que el hombre griego había sabido encontrar para sus espacios exteriores pero que ahora la encontramos en los interiores.
Se tenía una visión unitaria. Pero esa cala natural, llena de armoniosa belleza, que transpiran los interiores renacentistas del s. XV, no se debe sólo a las proporciones, sino al sentido unitario de la obra, más exactamente a la visión unitaria que ofrece. La obra plástica debe presentarse simultáneamente, y en su conjunto, al espectador, subrayando así su valor eminentemente espacial. Por lo tanto, en el Renacimiento observamos que la obra se ofrece unida Este sentido de visión unitaria llevará en arquitectura a reducir la nave mayor de los templos, llegando incluso a la cruz griega. En la pintura predomina la perspectiva central, no sólo como adquisición de un lenguaje espacial, no porque esa perspectiva conduce, más que ninguna otra, a la unidad buscada. La pintura es centrípeta antes que centrífuga.
Con los humanistas nace la crítica del arte, éstos sienten un gran respeto por el artista.
El Renacimiento es un tiempo de individualidades. En realidad así será Occidente hasta el siglo XX, en que se retorna a la área anónima del equipo. Los talleres del siglo XIV en Italia tienen el mismo carácter anónimo y gremial, pero la fuerte personalidad de algunos artistas así como el litigio establecido por las diferentes repúblicas para obtener las mejores obras de arte hacen que los más famosos artistas sean reclamados de un lugar a otro, con lo que desaparece el anonimato y el carácter gremial de su equipo.
En el s. XV, la alianza de los artistas con los humanistas, hace que aquellos participen en las cultas reuniones con los príncipes o mecenas y de estos grupos salen afamados y endiosados. En adelante, el artista definirá con su exclusiva personalidad su obra y rara ve aparecen los nombres de los colaboradores.
La pintura en el Renacimiento
En las ciudades italianas: Venecia, Florencia, Roma, Padua, Ferrara, el arte pictórico experimenta un extraordinario impulso y una mutación constante,
Evolución en el s. XV.
Las raíces de la pintura renacentista deben buscarse en el arte del Giotto, el gran maestro del s. XIV. La pintura del Quattrocento se diferencia claramente de la gótica. El retablo desaparece y con él la subordinación del tema a un conjunto, cada cuadro es un mundo en sí, sin conexión con un ámbito exterior. Sin dejar de tener una presencia constante el tema religioso se trata, con frecuencia, como tema profano. El paisaje, la belleza idealizada de los desnudos, el volumen de las formas y el sentido espacial, son la dimensiones cardinales de la pintura renacentista, y cada una de ellas supone una larga lucha para su dominio.
El dibujo es un elemento capital, que a veces traduce el talante de pintor, sereno o nervioso; del imperio de la línea se desprenden contornos nítidos, la percepción no presenta ninguna dificultad. Esta prepotencia dibujística deriva en una apariencia plana de las formas; la pintura es un arte de dos dimensiones y cada elemento lo corrobora. La luz se maneja con reciente perfección, pero en general sirve para resaltar los planos. En contraste con las formas planas del pintor del siglo XV está obsesionado por la captación de la profundidad. El paisaje se cultiva en pasión, carece del detallismo minucioso al que lo someten los primitivos de Flandes. pero sirve, con sus praderas primaverales para obtener efectos de profundidad y encuadrar las figuras. La composición del s. XV es complicada; no es infrecuente introducir diversas escenas en un solo cuadro, o varias figuras principales.
Evolución en el s. SVI.
La evolución de la pintura es notable. En el s. XVI el color se maneja de un modo más suelto y en consecuencia pierde su imperio el dibujo y el contorno. Las formas, con el claroscuro de sombreas y luces, adquieren un aspecto redondeado en detrimento de su apariencia plana; para conseguir el volumen el artista utiliza múltiples recursos, aparte de los sombreados, por ejemplo el brazo delante del busto en los retratos, lo que empuja el cuerpo hacia atrás. La luz adquiere una importancia nueva y con ella las sombras, casi ausentes de los cuadros del siglo anterior. Se ha extinguido la obsesión por la perspectiva, y sin embargo las escenas adquieren una profundidad que ahora parece natural, no algo conseguido tras un esfuerzo. El paisaje se enriquece en vibraciones lumínicas y ya no siempre es la primavera y las praderas floridas el encuadre de las figuras, los fondos neblinosos, las rocas, los crepúsculos, prestan matices románticos a las escenas. La composición es clara, con frecuencia triangular, las figuras se relacionan con las miradas y con las manos, cada cuadro representa una sola escena o se destaca la acción y la figura principal.
Florencia continúa en el s. XVI siendo la capital del arte, pero sus máximas figuras se trasladan a Roma, donde la corte pontífica constituye el mecenazgo de una época nueva, o viajan por diversas ciudades. En general los pintores educados en Florencia conceden al dibujo una importancia mayor que otras escuelas en un siglo en que la línea pierde su perfil de delimitadora de las formas. Tres gigantes aporta la escuela a la pintura del Cinquecento: Leonardo, Rafael y Miguel Ángel.
Difusión del Renacimiento por Europa.
A excepción de España, el Renacimiento no marcará una huella demasiado profunda en los intereses estéticos europeos. El Renacimiento es un movimiento esencialmente italiano es difícil hablar de verdadero Renacimiento fuera de Italia. Con todo, la pintura alcana mayor difusión que las demás actividades plásticas, esto es lógico si se considera que es más fácil exportar pinturas y grabados que esculturas o palacios.
En los Países Bajos la primera influencia apreciable es la que ejerce Leonardo, y el pintor que mejor refleja esta influencia es Quintín Metsys. Más adelante es la influencia de Rafael la que decide la entrada de los aires renacentistas en la pintura flamenca. Juan Gossaert, llamado Mabuse, después de haberse formado como buen pintor donde vuelve impresionado por la nueva moda. Sin embargo no alcanza el grado de elegancia italiana, resultando sus figuras excesivamente gruesas y sus fondos arquitectónicos, faltos de esbeltez.
Mucho más atractiva para comprender la incidencia del Renacimiento por Europa es la figura del alemán Alberto Durero. Hombre tremendamente inquieto y curioso, de espíritu auténticamente humanista, incansable viajero y enamorado del arte italiano. En su obra tratará siempre de conciliar su fantástico mundo interior, propio del carácter alemán, en el lenguaje plástico propio de la Italia de su tiempo. Siempre dio en sus obras un valor preeminente al dibujo, por lo que tiene de analítico y objetivo, siendo este interés por el análisis la constante de su producción y de su vida misma. Trata de encontrar afanosamente la lógica de los números en todo lo que es bello y esto le hace escribir interesantísimos tratados sobre las proporciones humanas y sobre las maneras de medir en arquitectura. Y el mismo interés científico le hace copiar plantas y animales con una fidelidad de perfecto naturalista. Su amor por el dibujo encaja perfectamente con su oficio de grabador, aprendido desde muy joven. En este terreno destaca como colosal artista y es uno de los mejores de todos los tiempos. En el procedimiento conocido como xilografía (talla en madera), realiza tres importantes series correspondientes a la Pasión, a la vida de la Virgen y al Apocalipsis. Realiza también grabados calcográficos, procedimiento que facilita una mayor flexibilidad de línea, lo cual cumple mejor a sus propósitos. En este procedimiento realiza una enorme producción, aparte de dos series, hace muchos grabados sueltos como los de la Melancolía o El Caballero y la Muerte.
En sus viajes a Italia va modelando poco a poco su lenguajes expresivo por influencia directa de pintores como Mantegna y Giovanni Bellini, y de cierto apesadumbramiento que observamos en sus primeras composiciones, como la Adoración de los Reyes Magos, pasea a una mayor ligereza de formas como apreciamos en el Adán y Eva del Museo del Prado. Hacia 1520 hace un viaje a los Países Bajos y allí observa la pintura romanizante de Gossaert. Este viaje marca la última etapa de su vida, a la que corresponden las tablas de los Cuatro Apóstoles que hoy podemos ver en la Pinacoteca de Múnich. La problemática de la Reforma había calado profundamente en Durero y en estas tablas nos vuelve a manifestar, una vez más, su espíritu severo y reflexivo. Los recios colores y austeros fondos, así como la profundidad de los gestos de los apóstoles está lejos de la alegría cromática aprendida en sus viajes al norte de Italia. Por otra parte, el plegado de los paños, tras su viaje a Amberes, denota la influencia de los artistas flamencos, lo que, en definitiva, es un retorno al modo de sentir y emplear el lenguaje plástico de los artistas alemanes.
El Cinquecento
En el s. XVI, Roma sucede a Florencia como centro del arte del Renacimiento. La existencia de monumentos antiguos, tan abundantes en la ciudad, y la protección que los papas Julio II y León X dispensaron a los artistas, atrajeron a Roma a los más prestigiosos creadores de obras de arte. Estos artistas eran personas cultas, que destacaron en otras ciencias además del arte: Leonardo Da Vinci era pintor, arquitecto, filósofo e ingeniero; Miguel Ángel fue tan buen escultor y pintor como poeta y arquitecto. Los principales representantes de este segundo Renacimiento fueron Leonardo, Miguel Ángel y Rafael.
Segunda entrega: Breve biografía sobre Leonardo Da Vinci y algunas de sus obras más importantes
En Italia se mantiene formas con evidentes raíces del clasicismo, por lo que el lenguaje del Renacimiento se viene gestando desde finales del s. XIII.
Europa acoge en menor o mayor medida este nuevo estilo, sin embargo, nadie discute la primacía de Italia en el desarrollo de las Artes. Así pues, el Renacimiento es un movimiento italiano.
Se vuelve a la medida humana. El hombre es el centro del Universo, y será el hombre quien domine al edificio gracias a sus proporciones creadas por artistas que razonan según métodos y procesos humanos. El equilibrio entre las dimensiones de la planta y la altura responden a una exigencia humana según la cual no deben preponderar las dimensiones verticales sobre las horizontales.
En el primer Renacimiento, la arquitectura logra encontrar la medida del hombre al establecer proporciones sencillas, ceñidas a una geometría simple y comprensible. Es la misma medida humana que el hombre griego había sabido encontrar para sus espacios exteriores pero que ahora la encontramos en los interiores.
Se tenía una visión unitaria. Pero esa cala natural, llena de armoniosa belleza, que transpiran los interiores renacentistas del s. XV, no se debe sólo a las proporciones, sino al sentido unitario de la obra, más exactamente a la visión unitaria que ofrece. La obra plástica debe presentarse simultáneamente, y en su conjunto, al espectador, subrayando así su valor eminentemente espacial. Por lo tanto, en el Renacimiento observamos que la obra se ofrece unida Este sentido de visión unitaria llevará en arquitectura a reducir la nave mayor de los templos, llegando incluso a la cruz griega. En la pintura predomina la perspectiva central, no sólo como adquisición de un lenguaje espacial, no porque esa perspectiva conduce, más que ninguna otra, a la unidad buscada. La pintura es centrípeta antes que centrífuga.
Con los humanistas nace la crítica del arte, éstos sienten un gran respeto por el artista.
El Renacimiento es un tiempo de individualidades. En realidad así será Occidente hasta el siglo XX, en que se retorna a la área anónima del equipo. Los talleres del siglo XIV en Italia tienen el mismo carácter anónimo y gremial, pero la fuerte personalidad de algunos artistas así como el litigio establecido por las diferentes repúblicas para obtener las mejores obras de arte hacen que los más famosos artistas sean reclamados de un lugar a otro, con lo que desaparece el anonimato y el carácter gremial de su equipo.
En el s. XV, la alianza de los artistas con los humanistas, hace que aquellos participen en las cultas reuniones con los príncipes o mecenas y de estos grupos salen afamados y endiosados. En adelante, el artista definirá con su exclusiva personalidad su obra y rara ve aparecen los nombres de los colaboradores.
La pintura en el Renacimiento
En las ciudades italianas: Venecia, Florencia, Roma, Padua, Ferrara, el arte pictórico experimenta un extraordinario impulso y una mutación constante,
Evolución en el s. XV.
Las raíces de la pintura renacentista deben buscarse en el arte del Giotto, el gran maestro del s. XIV. La pintura del Quattrocento se diferencia claramente de la gótica. El retablo desaparece y con él la subordinación del tema a un conjunto, cada cuadro es un mundo en sí, sin conexión con un ámbito exterior. Sin dejar de tener una presencia constante el tema religioso se trata, con frecuencia, como tema profano. El paisaje, la belleza idealizada de los desnudos, el volumen de las formas y el sentido espacial, son la dimensiones cardinales de la pintura renacentista, y cada una de ellas supone una larga lucha para su dominio.
El dibujo es un elemento capital, que a veces traduce el talante de pintor, sereno o nervioso; del imperio de la línea se desprenden contornos nítidos, la percepción no presenta ninguna dificultad. Esta prepotencia dibujística deriva en una apariencia plana de las formas; la pintura es un arte de dos dimensiones y cada elemento lo corrobora. La luz se maneja con reciente perfección, pero en general sirve para resaltar los planos. En contraste con las formas planas del pintor del siglo XV está obsesionado por la captación de la profundidad. El paisaje se cultiva en pasión, carece del detallismo minucioso al que lo someten los primitivos de Flandes. pero sirve, con sus praderas primaverales para obtener efectos de profundidad y encuadrar las figuras. La composición del s. XV es complicada; no es infrecuente introducir diversas escenas en un solo cuadro, o varias figuras principales.
Evolución en el s. SVI.
La evolución de la pintura es notable. En el s. XVI el color se maneja de un modo más suelto y en consecuencia pierde su imperio el dibujo y el contorno. Las formas, con el claroscuro de sombreas y luces, adquieren un aspecto redondeado en detrimento de su apariencia plana; para conseguir el volumen el artista utiliza múltiples recursos, aparte de los sombreados, por ejemplo el brazo delante del busto en los retratos, lo que empuja el cuerpo hacia atrás. La luz adquiere una importancia nueva y con ella las sombras, casi ausentes de los cuadros del siglo anterior. Se ha extinguido la obsesión por la perspectiva, y sin embargo las escenas adquieren una profundidad que ahora parece natural, no algo conseguido tras un esfuerzo. El paisaje se enriquece en vibraciones lumínicas y ya no siempre es la primavera y las praderas floridas el encuadre de las figuras, los fondos neblinosos, las rocas, los crepúsculos, prestan matices románticos a las escenas. La composición es clara, con frecuencia triangular, las figuras se relacionan con las miradas y con las manos, cada cuadro representa una sola escena o se destaca la acción y la figura principal.
Florencia continúa en el s. XVI siendo la capital del arte, pero sus máximas figuras se trasladan a Roma, donde la corte pontífica constituye el mecenazgo de una época nueva, o viajan por diversas ciudades. En general los pintores educados en Florencia conceden al dibujo una importancia mayor que otras escuelas en un siglo en que la línea pierde su perfil de delimitadora de las formas. Tres gigantes aporta la escuela a la pintura del Cinquecento: Leonardo, Rafael y Miguel Ángel.
Difusión del Renacimiento por Europa.
A excepción de España, el Renacimiento no marcará una huella demasiado profunda en los intereses estéticos europeos. El Renacimiento es un movimiento esencialmente italiano es difícil hablar de verdadero Renacimiento fuera de Italia. Con todo, la pintura alcana mayor difusión que las demás actividades plásticas, esto es lógico si se considera que es más fácil exportar pinturas y grabados que esculturas o palacios.
En los Países Bajos la primera influencia apreciable es la que ejerce Leonardo, y el pintor que mejor refleja esta influencia es Quintín Metsys. Más adelante es la influencia de Rafael la que decide la entrada de los aires renacentistas en la pintura flamenca. Juan Gossaert, llamado Mabuse, después de haberse formado como buen pintor donde vuelve impresionado por la nueva moda. Sin embargo no alcanza el grado de elegancia italiana, resultando sus figuras excesivamente gruesas y sus fondos arquitectónicos, faltos de esbeltez.
Mucho más atractiva para comprender la incidencia del Renacimiento por Europa es la figura del alemán Alberto Durero. Hombre tremendamente inquieto y curioso, de espíritu auténticamente humanista, incansable viajero y enamorado del arte italiano. En su obra tratará siempre de conciliar su fantástico mundo interior, propio del carácter alemán, en el lenguaje plástico propio de la Italia de su tiempo. Siempre dio en sus obras un valor preeminente al dibujo, por lo que tiene de analítico y objetivo, siendo este interés por el análisis la constante de su producción y de su vida misma. Trata de encontrar afanosamente la lógica de los números en todo lo que es bello y esto le hace escribir interesantísimos tratados sobre las proporciones humanas y sobre las maneras de medir en arquitectura. Y el mismo interés científico le hace copiar plantas y animales con una fidelidad de perfecto naturalista. Su amor por el dibujo encaja perfectamente con su oficio de grabador, aprendido desde muy joven. En este terreno destaca como colosal artista y es uno de los mejores de todos los tiempos. En el procedimiento conocido como xilografía (talla en madera), realiza tres importantes series correspondientes a la Pasión, a la vida de la Virgen y al Apocalipsis. Realiza también grabados calcográficos, procedimiento que facilita una mayor flexibilidad de línea, lo cual cumple mejor a sus propósitos. En este procedimiento realiza una enorme producción, aparte de dos series, hace muchos grabados sueltos como los de la Melancolía o El Caballero y la Muerte.
En sus viajes a Italia va modelando poco a poco su lenguajes expresivo por influencia directa de pintores como Mantegna y Giovanni Bellini, y de cierto apesadumbramiento que observamos en sus primeras composiciones, como la Adoración de los Reyes Magos, pasea a una mayor ligereza de formas como apreciamos en el Adán y Eva del Museo del Prado. Hacia 1520 hace un viaje a los Países Bajos y allí observa la pintura romanizante de Gossaert. Este viaje marca la última etapa de su vida, a la que corresponden las tablas de los Cuatro Apóstoles que hoy podemos ver en la Pinacoteca de Múnich. La problemática de la Reforma había calado profundamente en Durero y en estas tablas nos vuelve a manifestar, una vez más, su espíritu severo y reflexivo. Los recios colores y austeros fondos, así como la profundidad de los gestos de los apóstoles está lejos de la alegría cromática aprendida en sus viajes al norte de Italia. Por otra parte, el plegado de los paños, tras su viaje a Amberes, denota la influencia de los artistas flamencos, lo que, en definitiva, es un retorno al modo de sentir y emplear el lenguaje plástico de los artistas alemanes.
El Cinquecento
En el s. XVI, Roma sucede a Florencia como centro del arte del Renacimiento. La existencia de monumentos antiguos, tan abundantes en la ciudad, y la protección que los papas Julio II y León X dispensaron a los artistas, atrajeron a Roma a los más prestigiosos creadores de obras de arte. Estos artistas eran personas cultas, que destacaron en otras ciencias además del arte: Leonardo Da Vinci era pintor, arquitecto, filósofo e ingeniero; Miguel Ángel fue tan buen escultor y pintor como poeta y arquitecto. Los principales representantes de este segundo Renacimiento fueron Leonardo, Miguel Ángel y Rafael.
Segunda entrega: Breve biografía sobre Leonardo Da Vinci y algunas de sus obras más importantes
¡Hola, Mari Carmen!
ResponderEliminar¡Me ha encantado esta entrega! El Renacimiento me parece un período de lo más interesante, pero por una cosa u otra nunca le he prestado el interés que se merece y me sabe mal porque sé que me gustaría mucho porque la literatura y las artes en general tienen un papel importante. Ha sido una entrada genial y ahora ya espero con impaciencia la de Da Vinci :)
¡Un beso!
Hola, Laura
EliminarMuchas gracias por tus palabras. Me alegro que te haya gustado, a mi esta época me fascina por los logros y adelantos que se consiguieron en muchos ámbitos. Pronto publicaré el especial sobre Da Cinco, aunque no sé si hacerlo en más de una entrega, ya iré viendo, jejeje
Espero que blogger me deje ver los comentarios y poder comentar tus entradas, que me da rabia no poder comentar. Seguro que se soluciona pronto.
Otro beso para ti también!